Fue la mañana del 6 de junio de 2015. Aunque setenta y un años más tarde, ese era para mí el Día D. Tenía una cita con mis lectores, para firmar ejemplares de Aro, el guerrero lobo. Era a las 12:30 h, en la caseta 131, de Ediciones Nowtilus.
El día acompañaba: un sol radiante iluminaba el verdor del Parque del Retiro, un día perfecto para visitar la Feria del Libro y hacerse con una buena novela histórica. Llegué media hora antes, pero enseguida me puse a firmar los ejemplares de la obra que la gente compraba allí mismo o ya había adquirido antes. Amigos, conocidos, desconocidos, gente que observaba la portada durante unos segundos, que tomaba un ejemplar en sus manos para hojearlo y que, en la gran mayoría de los casos, decidía dar una oportunidad a Aro y sus vacceos.
Gente de todas las edades, la mayoría adultos, aficionados al género y en busca de algo original con lo que disfrutar durante unas horas. De todos ellos, he de confesarlo, tengo que destacar a Jorge, un muchacho de 13 años, que le pidió a su padre que le comprase un ejemplar de Aro. Dicho y hecho; Jorge tomó el libro en sus manos, lo miró, lo remiró y decidió que se iba con él. Sólo lo soltó para que yo escribiese unas palabras de agradecimiento y de elogio por ser, a su corta edad, un gran aficionado a la novela histórica.
Así, entre unos y otros, pasó el tiempo, se agotaron los ejemplares que había en la caseta y llegó el momento de comer.
Para mí ha sido una experiencia inolvidable. Ojalá se repita en el futuro, ojalá el público disfrute con las aventuras de Aro y de los vacceos, y desee poder leer más sobre ellos. Tengo que daros las gracias a todos, amigos, familiares, conocidos y desconocidos, que os acercasteis hasta el Retiro a compartir conmigo unos minutos. Pero también os agradezco de corazón a los que no pudisteis ir, porque todos vosotros habéis decidido sumergiros en las correrías de aquellos hispanos de hace más de dos mil años y acompañarlos a lo largo de las páginas del libro.






